Bosnia-Herzegovina la conocemos por haber estado sólo en la localidad Neum, donde pasamos unos días.
Este lugar es la parte única y pequeña del territorio donde Bosnia-Herzegovina tiene acceso al Mar Adriático. Neum está situado a unos 65 kilómetros de Dubrovnik, en una parte extraordinariamente pintoresca de la costa. Por muchos de los turistas es llamado una ciudad de hoteles y pensiones, de hecho, no hay muchas atracciones para ver allí. Su ventaja más grande son las playas, en las que se puede encontrar a los vacacionistas desde las horas muy tempranas de la mañana.
Durante la estación de verano, hacia el mediodía, encontrar un pedazo libre de la playa raya en el milagro, no obstante, generalmente hay unas cuantas playas y hay que andar un poco para descubrir un lugar interesante donde se pueda descansar y relajarse. Si durante el día se puede caerse de bruces en una playa rocosa y tostarse de cada lado gracias al sol muy intenso, por la noche Neum se convierte en una discoteca grande. En la calle principal, que se extiende a lo largo de la línea de la costa, aparecen cafés llenas de vida y turistas. Hasta las horas muy tardías de la noche se puede sentarse a la mesita, comer unos manjares de lugar y escuchar la música local, tocada en vivo. Son los ritmos así llamados “klapa”, es decir las canciones populares típicas de Croacia, allí mezcladas con el folclore bosnio.
Dormimos en el Hotel Sunce. Aquí nos gustaría describir brevemente nuestras observaciones, ya que las consideramos curiosas e incluso interesantes. El Hotel es muy antiguo, pero su estándar merece muchos cumplidos. Desde el equipamiento de las habitaciones, el personal simpático hasta la comida. La vista desde la ventana, si alguien tiene una habitación del lado del mar, es bellísima, incluye una parte bastante grande de la ciudad con todas sus atracciones. Mirando por la noche desde el balcón, se puede sentir de verdad el ritmo de la vida de este lugar. La ciudad se despierta, en todas partes hay una multitud de luces, neones, brillos de antorcha, y en el horizonte aparecen los últimos rayos del sol, el canto, la música, bullicio de miles de vacacionistas. Es una impresión extraordinaria. Las habitaciones tienen unos balcones grandes. Desde el punto de vista arquitectónico, el hotel aparenta un complejo turístico preparado para cualquier ataque militar desde la tierra, el mar o el aire. Si el balcón tiene más o menos 2,5 metros de longitud, su mitad está ocupada por un macizo de flores, donde crecen unos arbustos pequeños y florecillas. Esto es muy curioso, algo parecido lo vimos en Topusko croata, tan sólo que la barrera de la tierra no fue tan grande. Una explicación única y razonable es una atracción en forma de la flora bien mantenida en el balcón. ¿Pero seguro qué sólo? Parece que, estos balcones de tierra son diseñados así para proteger las habitaciones contra el fuego – incluso los proyectiles grandes no los atravesarían. Esto puede parecer ridículo, pero si se recuerda la historia, este hotel fue el complejo turístico central de los dignatarios de la antigua Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas y países amigos. La seguridad por encima de todo. El otro uso de tales balcones es por supuesto la posibilidad de moverse rápidamente por todo el complejo sin necesidad de ser visible. Cada mañana, por los balcones pasaba un joven de postura de un guerrero con el tubo y regaba los „cuadros de flores”. A veces, en tal balcón aparecía de ninguna parte una mujer que cultivaba las flores. Una desventaja de estos balcones son por supuesto los animalitos terrestres, que a veces pueden salir de su distrito para pasear por las habitaciones:), y la falta del privado absoluto.
En la restauración del hotel los camareros mayores y galantes hablan probablemente todas las lenguas eslavas (y no sólo estas), siempre ofrecen su ayuda. Saben todo y sobre todos, incluso a veces preguntan discretamente por unos detalles del viaje, cómo ha sido el día o cómo se ha empezado. Esto no es un entremetimiento, más bien su modo de ser – al menos a nosotros eso no nos molestaba.
Para pasar la frontera en Neum no hay necesidad de enseñar el pasaporte, los extranjeros son bienvenidos. La estancia allí la recordamos con agrado, vale la pena pasar allí un día o dos para sentir el ambiente de este lugar.
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