Carta a una hija

Querida Hijita,

Está vacío de alguna manera aquí sin tí. Con todas las ganas no te dejaría abondonar mi nido. Pero sé que así es el orden de las cosas. Sé que si yo fuera diferente, igual tú…. ¿Igual tú no habrías escapado de mí? ¿Sino habrías dejado la casa de una manera normal, tal como lo hacen los niños cuando se vuelven adultos?

Quiero que sepas que no te guardo rencor. Ya no. Al principio estaba furiosa. Te culpaba por pensar solo en tí misma. Pero en realidad tenía miedo de confrontar la verdad. Si solo hubiera podido, habría escapado de mí misma yo también.

Quiero pedirte perdón por mi comportamiento. Por quererte demasiado. Por haberte tratado como mi propiedad. En toda tu vida, larga de veintitres años, te dije muchas palabras amargas. Pensaba que te protegería del mundo malo. Cuando oías de mis labios que en un vestido parecías una Ramera, en lo profundo de mi corazón estaba orgullosa de tener una hija tan guapa. Pero confieso también que estaba celosa por tí. Tal vez por eso quería hacer tu vida un poco molestosa, para que no pensaras que todo venía fácil. Salían de mí un amor enfermo y los celos a la vez. Quería que sintieras lo mismo que yo cuando tenía tu edad.

Hasta hoy recuerdo aquel día, una tarde profunda en realidad, cuando volviste a escondidas de una fiesta con tu amiga. Cuando te prohibí salir más, gritabas que todas tus amigas iban a las fiestas en casas, solo tú no. Te golpeé en la cara. Otra vez quería sofocar la verdad. Tenías razón. Los adolescentes en tu edad salían de fiestas, hacían novillos, probaban fumar los cigarillos, beber alcohol. Las chicas como tú tenían citas con sus primeros novios y luego lloraban sobre estos amores infelices a sus madres. Yo quería protegerte de todo aquello. Quería que me obedecieras. .

Tenías también razón completa cuando te rebelabas contra la carrera universitaria. Obviamente habías superado el bachillerato y terminado el colegio con el premio. Tras unas semanas de mi silencio, de ignorarte, de las peleas y palabrotas, cediste. Escogiste medicina..

Estaba incluso más orgullosa de haber criado así a mi hija. Todos tus logros los tomaba como míos. Mi dedicación de mi vida entera a tí, a tu educación, tus buenas maneras, tu crianza, eso no podía haberse malgastado. Me presumía de eso en culaquier lugar donde podía.

Lograste tanto que yo me agarré de este mensaje, que si no fuera por mí, no habrías llegado tan lejos. Entonces todo formaba un conjunto logíco y perfecto. Justo como yo lo había minuciosamente creado.

Estos fueron los momentos más bellos de mi vida. Hasta cuando me dejaste una nota breve:

„ Mamá, dejo la carrera. No soy feliz. No me busques. Ania.”

Te llamaba en mis pensamientos una desgraciada, una gorrona, una chica perezosa y más peores. Siento vergüenza al admitir ahora todo esto. En vez de preocuparme adónde habías huido, dónde estabas. Mi preocupación fue qué iba a decir a mis compañeras de trabajo. Se quedó en mi corazón una amargura. Me sentía engañada por tí. Tantos años de mantener bajo el mismo techo, tantos años de esfuerzos, de cuidarte, intentar convencerte a estudiar. Todo, todo en un momento se había desperdiciado.

Cada día siguiente me pasaba con la misma aflicción, ira y vergüenza por tu comportamiento. Pero en el fondo tenía el contenido de tu nota. „No soy feliz, no soy feliz, no soy feliz”….

Discutía conmigo misma. Pero qué puedes saber tu de la felicidad. Si tuvieras tantos años como yo, hubieras sobrevivido tanto, igual podrías apreciar lo que otros estaban haciendo por tí.

De esta manera pasaron las primeras semanas tras tu fuga. Hasta que un día percibí que tú no estabas. Si siempre estabas. Incluso la universidad te la había planeado en la misma ciudad para que no tuvieras que mudarte de casa. De repente empecé a comprender las palabras de los cotilleos de mis compañeras, que contaban como sus hijos estudiaban en el extranjero, otros viajaban por todo el mundo y otros iniciaban sus propias familias. Les unía una cosa, hacían en sus vidas lo que más querían. Yo quería que tu cumplieses mis expectativas enfermas. Quería estar orgullosa de tí. Presumir de tí enfrente de mis amigos. Porque…Porque yo sola no tenía de que.

No te criaba, te entrenaba. No te quería con un amor sabio, pero tóxico. No te enseñaba como ser independiente, responsable, como buscar y seguir tu propio camino, pero te arrinconaba cada vez más y quería encerrarte en una jaula de oro.

Era una madre terrible. Pensaba solo en mí misma y en qué dirían los otros. No contaba con tu opinión. Querría que un día me perdonaras todos los daños que te hice, todas mis palabras y acciones mezquinas, todos mis errores. Pero entenderé si no querrás. Te admiro también por tu coraje y sabiduría, por haber decidido luchar por tu felicidad. Y no quiero decir aquí que fue el mérito mío. Sé que yo era tu mayor obstáculo a todo lo más bello.

Me gustaría que supieras que te quiero. No puedo volver atrás todos estos años, todos los hechos. He dejado en tu corazón muchas heridas y malos recuerdos. Solo ahora me he dado cuenta que no importa si graduas con un premio, si te admiten a una universidad prestigiosa. Lo importante es que seas feliz y tu corazón esté lleno no de la tristeza, sentimiento de culpa, arrepentimiento y sentido del deber. Pero que esté completamente lleno de amor.

Me he enterado de todo ello demasiado tarde. Me arrepiento y te pido perdón desde el fondo de mi corazón. Te quiero con mi siempre imperfecto amor. Te deseo amor y paz en el camino hacia tu felicidad.

Tu Mamá

 

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