Desembarcamos en el aeropuerto de Lima. ¿Primera impresión? El edificio parece moderno, pero alrededor se nota la suciedad. Probablemente eso era lo que esperábamos. Uno no va al Perú para deleitarse con el orden y la higiene.
Ya al principio nos rodearon unas caras. Docenas de caras. La mayoría hablaba un inglés chapurreado. Eran representantes de las corporaciones (si se puede hablar así de las empresas locales) de taxistas. Uno de los ganchos incluso me tiró de la camiseta y ligeramente atrajo a su lado. No, no era agresivo, más bien en plan ´bueno, señor, venga ya, por favor´. Delicadamente aparté su mano. Seguimos más allá entre la muchedumbre. En general la regla predominante es que más allá llegas, menor el precio. Se puede regatear. Bueno, inlcuso se debe. Tras las molestias del más alto de los ´representantes´ y acordar el precio, entramos. El taxista era hablador y muy expresivo. Usaba algo parecido a la mezcla del español e inglés. Entendíamos menos de la mitad, pero se podía deducir del contexto de qué se trataba. Todo el tiempo giraba su cara con una sonrisa grabada, hacia nosotros. Preferíamos que no lo hiciera. Cada vez teníamos los corazones en un puño viendo al chofer que no se preocupaba nada por la carretera delante de él.
Alrededores de Lima (pueblos jovenes) representan la pobreza y miseria. La imágen de las mujeres y niños hurgando en las pilas de basura llenaba de la pesadumbre. El centro de Lima en sí es muy aborrotado, sofocante y ruidoso. Muy específico es el tráfico. Por un momento teníamos la impresión de que los únicos vehículos en la carretera eran los autobuses y taxis. Literalmente, una multitud de los taxis (todos eran Daewoo Tico). La situación es diferente de Europa. En nuestro continente muchas veces hay que esforzarse si en un cierto sitio nos vienen ganas de coger un taxi. Aquí los hay tantos, que no es ningún problema. El taxista aquí es una profesión parecida a un vendedor en el mercado. Te anima para que uses sus servicios y no tiene precios fijos. Los blancos, por supuesto, son más que bienvenidos. Tal vez se podrá cobrarles una suma considerable. Aconsejaríamos aceptar que, tal cual, pagaríamos más que un habitante local. Luego llegamos a establecer las bases de la popularidad de la profesión de chofer. El dinero – eso podíamos imaginarlo. Supuestamente un taxista puede conseguir un salario decente como para las condiciones de allí. Por eso los hay tantos. No preguntamos, pero sería muy dudoso que existiesen algunos límites o restricciones de cuotas para licencias. El mercado libre en su forma pura.
Nuestro hotel se encuentra en el barrio Miraflores. Es uno de los mejores barrios. Diciendo ´mejor barrio´ entre paréntesis – para Lima. En las condiciones de las capitales europeas esto sería ´el lado oscuro de la ciudad´. Está sucio y lleno de polvo. Un hotel sin lujos, pero conservando de alguna manera el nivel. Supuestamente es un barrio de los ricos y uno está seguro allí. Hasta tal punto, al menos, que se puede permitir un paseo por la noche. Lo probamos. De verdad no nos pasó nada.
El tráfico en Lima es una cuestión peculiar. Esa imágen se nos quedará en las mentes para siempre. Es una señal identificativa de aquel sitio. Pues reina allí algo parecido a la libre interpretación de las reglas del tráfico. Todos conducen como les gusta. El accesorio básico para los coches es el claxon. La vida de un peatón tampoco es fácil. Estábamos cruzando la calle literalmente corriendo con los corazones en el puño.
Otro folclore son los autobuses. Ya el segundo día de nuestra estancia teníamos el placer de experimentar un viaje. Los asientos que ocupábamos daban la impresión de no fijados demasiado bien al suelo. Estaba sacudiendo insoportablemente. Lo sabíamos de antemano, pero a otra persona yendo en el autobús le podía sorprender la falta de un cierto aparato. Sí, no hay máquinas para validar los billetes. ¿Para qué? Tampoco hay billetes. Se sube directamente y viene un hombre (cobrador), quien te cobra por la ruta. Parece que nadie va sin billete. ¿Igual es una buena idea? Y en eso no termina. El transporte en autobuses es incluso más peculiar allí. Pues, no hay horarios (las rutas fijas tampoco, pero no estámos seguros, algo había escrito por los lados de los autobuses). El hombre que te cobra por la ruta es una especie de un horario viviente. Grita durante el viaje donde va el autobús. Estás, por lo tanto, en medio de la muchedumbre, cuando este tío te está empujando para cerrar la puerta del autobús, la que, por una razón misteriosa, no puede estar cerrada por el conductor. Por un viaje así pagámos 1 sol.
A pesar de toda la locura, merece la pena usar al menos una vez el transporte público de allí. Se puede sentir allí el ambiente verdadero de Lima – la muchedumbre, el bochorno, pero también un cierto encanto – tomar la vida naturalmente. ¿ Para qué las normas, para qué los horarios? Lo acordamos y te llevo a cualquier sitio que quieras. ¿No hay parada? No hay problema – el conductor te puede dejar delante de la tienda donde quieres hacer la compra. Basta dar un golpe en el techo del autobús. ¿No es maravilloso? Si alguien no tendría ganas de usar uno de muchos tipos de autobuses, le queda solo…un taxi. ¡En Lima de 9 millones de habitantes no hay metro!¡Ni siquiera hay tranvías!
Toda esta locura con los autobuses, al contrario de las apariencias, funciona bastante hábilmente. Al menos nosotros no teníamos problema para llegar al sitio que queríamos.
Ocurrió también una situación poco simpática. Bajando del autobús sentí algo raro. Miré al lado y vi un rostro veinteañero y sucio. La mano de aquel ´rostro´ se deslizaba a mi bolsillo. Me quedé de piedra. Incluso tuve miedo, porque alrededor había una pequeña multitud y no sabía si el ladronzuelo estaba operando por su cuenta, si con la escolta. Resultó ser un ´buen mozo´. Se inclinó como un chino, se sonrió, dijo: sorry y se alejó saltando como un corzo. Los carteristas en Lima son una pesadilla. Un inglés, al quien encontramos luego – David, nos contó apenado como le habían robado una cámara de fotos. Desde entonces vigilábamos bien nuestros monederos y equipaje.
Si alguien, como resultado de la crisis económica, dudaría en el dólar, aquí puede recobrar su fe en la moneda americana. De hecho, se puede mover por Lima usando solo los dólares. Es la moneda deseada. No lo intentamos, pero nos parece que sería un problema cambiar cualquier otra moneda a la peruana. Dólares los puedes cambiar con los revendedores. Son normalmente señalados. Nuestro cambista tenía un chaleco azul con un símbolo de dólar. Sin embargo, es mejor cambiar el dinero en los hoteles. El tipo de cambio más alto, pero también la seguridad de que recibamos el dinero original. Curiosidad – Lima es el centro mundial en la falsificación de los dólares. En ningún sitio se falsifica tanto y en tal escala.
Con dólares pagamos por la comida en uno de los restaurantes en Lima. Los platos estaban buenos. Probamos Coca Tea. Es una especie de té. Sabe como una infusión. Supuestamente protege contra el mal agudo de montaña. La comida consistía en tres platos. Era bastante barata. Solo 7 soles. En general, si se calcula los precios de los productos alimenticios y compara con los de Polonia, Perú parece un país barato. Los precios son unos 40% más bajos.
Por la calle nos paró un hombre. Parecía alrededor de 30 años. Nos propuso sus servicios de guía de ciudad. Nos dijo que era barato, era un funcionario allí (era por mediodía, parecía que debía estar trabajando entonces) y que tenía tres hijos. Le agradecimos educadamente.
En la acera algunos hombres se estaban peleando. La impresión era horrible. En el momento en que pararon del cansancio, gritaron algo en español. La gente les bordó. Vino la policía, la que hay bastante allí. Llevaron los delincuentes consigo.
Fuimos a visitar el museo de oro. Al guía no le importábamos mucho. Podíamos meternos dónde nos daba la gana. A pesar de su nombre, el museo no se parece a un tesoro lleno de las monedas y collares dorados. Mucha cerámica y otros productos artesanales de los siglos anteriores. Pocas descripciones. Unas colecciones de verdad impresionantes. No lo visitamos todo, porque queríamos pasar también por la exposición de armas. A mí, personalmente, me impresionaron más.
Un sitio digno de visitar en Lima es el Monasterio de San Francisco. Se encuentra en rincón de Ancash y Lampa. Posee unas catacumbas gigantes. Supuestamente, 70 mil cuerpos están enterrados allí. Un edificio bello. La construcción emblemática del barroco peruano. Se puede ver allí una biblioteca verdaderamente impresionante constituida por las obras que recordaban a los primeros conquistadores.
Mientras tanto decidimos que los museos y monumentos no eran todo. Por la noche ibamos a ir a un local en el que tocaran salsa. Intentamos enterarnos cuál era el más seguro. Dentro el ambiente parecía como de un videoclip de Sade. Era tan latino-expresivo. La gente sabe cómo divertirse allí. Delante de la puerta había chicas esperando a que algún chico les pagara la entrada. Desde la perspectiva masculina (pero femenina también) se puede decir que las peruanas no son demasiado atractivas. Más bien bajitas y un poco regordetes. Por otro lado, tienen el don de divertirse. Son sonrientes y habladoras. En la discoteca conocimos a un sueco – Oleg. Un tío simpático. Contó sobre su viaje por todo el continente de América del Sur. Tenía mucho dinero. Invitaba los limeños a las rondas. Demostraba la generosidad sobre todo para la parte femenina. Un peruano bajo se le acercó, en un momento dado, empiezó a gritar y amenazarle con los gestos. No vimos muy bien lo que había pasado antes, pero probablemente el scandinavo demostraba demasiado interés por una dama en concreto. Era algo divertido. Un hombre bajo y expresivo amenazando a un sorprendido y tranquilo sueco. Los vigilantes apartaron al celoso tan fácilmente irritable. Luego ya no le vimos en el local.
Saliendo de la discoteca casi nos mataron por la calle. Faltaba poco para que un coche que quería atajar la curva nos atropellara. La liberalización total de las reglas de tráfico nos enseñó su lado espantoso.
La cultura del Perú es una unión de la antigua tradición indígena y la tradición europea. Para mí, la metáfora de la identidad del país es la historia de Atahualpa y del fundador de Lima – Francisco Pizzarro. En resumen. Atahualpa era el antiguo jefe de los indios. Pizarro le había vencido en una batalla, destruyendo completamente sus guerreros (no tenían chance con las armas de fuego). Dijo que iba a liberar el cacique si recibía el rescate. Algo de las cámaras de oro y plata (hay varias versiones en cuanto a la cantidad del mineral). Toda la riqueza fue entregada a Pizarro y él, a pesar de ello, rompió el acuerdo. Tras algo parecido al juicio, Atahualpa fue sentenciando a la muerte en la hoguera. Para resparmiarse el dolor, decidió bautizarse (al principio lo negaba). A los cristianos no se les quemaba, así que decidieron ahogar al jefe. De esta manera el analfabeta Pizarro venció al orgulloso jefe de los indios, robando la fortuna de esta increíblemente desarrollada cultura. Viendo en el museo la rica artesanía de los incas me resultó difícil de creer que no eran ellos quienes inventaron…la rueda. Sí, los incas no conocían la rueda.
Fuimos con el taxi para visitar Plaza de Acho situada en el barrio Rímac. Es una plaza de toros. Una de las más antiguas y tal vez más grandes. Parece un circuito de carreras gigante. Causa una gran impresión. Era una pena que no podíamos ver una lucha verdadera en la plaza (claro está que no soporto a los juegos de toros). Miramos solo la inmensidad de la plaza.
Mi (porque no puedo decir que nuestra) curiosidad vino saciada en el Museo Taurino. Fue fundado en el 1929 por Luis Moróder Peiró junto con José Badila. En el edificio hay biblioteca (parecida a las bibliotecas polacas) dedicada a la literatura „taurina”. Un verdadero choque que tanto había sido escrito sobre el tema. Vimos también los objetos dedicados a este deporte sangriente. En general, se nota que no se trata solo de la crueldad, los juegos tienen también una fuerte carga cultural. La exposición era verdaderamente impresionante. Hay incluso las pinturas y grabados.
De los museos que visitamos, recomendaríamos también el Museo de Arte. Una gran colección del arte peruano. Desde los tiempos antiguos hasta la contemporaneidad. ¡Ojo! La entrada es gratuita.
Fuimos en tren de Lima a Huancayo. No sabíamos todavía qué cansante iba a ser el viaje. Las vistas bellísimas. Crudas, amenazantes montañas. De vez en cuando vimos las llamas. En el el ambiente latino. Las canciones, incluso el baile. Un simpático peruano que sabía las bases de inglés nos ofreció algún alcohol. A mí me tentó. ¡Un hombre se levantó de repente y declamó un poema! Nosotros estábamos estupefactos, pero el resto de los pasajeros le aplaudió. Alguien, dando gracias por la diversión, devolvió el favor con una canción. El ambiente como en una discoteca.
Sentimos el dolor de cabeza y náuseas. El cansancio cayo a nosotros como una bola de plomo. Todo por la altura – 5 mil metros. Zumbaba en los oídos. A pesar del agotamiento tras un viaje de 13 horas, se puede decir que merecía la pena. Los paisajes más bonitos que jamás habíamos visto. Ferrocarril Central Andino es la segunda más alta red ferroviaria del mundo. Fue construida en el 1851 por nuestro compatriota – Ernest Malinowski. Cuando estuve en Lima, pregunté a un peruano por Polonia. Me dijo que sabía que de allí venía Juan Pablo II y nuestro famoso arquitecto. ¡¡¡Estuvimos en la estación de tren más alta del mundo -4871 m s.n.m. !!! Tras salir cada paso parecía vadear el lodo. La presión jugó su parte. Nos sentíamos agotados.
Huancayo en sí es la capital de la región Junín. Es un importante centro comercial y cultural en el Perú. Con respecto al Perú, la ciudad tiene aspecto moderno. Sobre todo se nota los edificios. Una arquitectura de mucha calidad. De la ciudad recuerdo una estatua de un hombre con una bandera levantada. Fue pintada con espray y descuidada. Me sorprendió que en una ciudad tan bonita se trataba los símbolos con tal insolencia.
La ciudad tiene problemas con la distribución de agua. Hay sitios donde no la hay en total. Tuvimos unos ratos que daban miedo cuando los niños, al ver nuestras botellas de agua, empezaron a pedírnoslas. Parece no una cuestión de pobreza, pero más bien de esta extraña distribución de agua.
Pasamos por un club nocturno La Cabana. Bailamos con los lugareños algunos bailes. O más bien nos divertimos fingiendo que sabíamos hacerlo. Los visitantes en los vestidos tradicionales peruanos. La música sonaba muy alto. Los bailes daban una impresión increíble. Los sombreros gigantes, vestidos en blanco y rojo. Las mujeres allí parecían más delgadas. Un ambiente maravilloso. Se notaba en esta gente que se olvidaban por completo en la fiesta.
Del Perú se nos quedará en las mentes el paisaje de la ciudad de Machu Picchu (suena divertido, como de los dibujos animados). Es la ciudad mejor conservada de los incas. Ubicada a 2090-2400 m s.n.m. ¡La ciudad entera está construida del granito claro! No sé por qué, pero me parecía un pastel. ¡Aquel sitio fue declarado una de las 7 maravillas del mundo! Bajamos en la estación de Puente Riunas. Durante el camino las quechuas intentaban vendernos algunas mercancías – mantas, tejidos. Decidimos comprar solo la torta de maíz picante. Nos arrepentimos, porque quemaba implacablemente la garganta y tuvimos que beber mucho para bajarla.
Machu Picchu está dividido de una cierta manera en dos partes. La primera está ubicada en las cuestas de las montañas. Son los sistemas de riego y las terrazas de cultivo. La segunda parte es la ciudad. INCREIBLE la fluidez con la que todo está unido con el relieve del terreno. ¡Qué grande deberían haber sido los conocimientos de aquella gente para crear algo así! Un guía sin un brazo nos enseñó esa maravilla. Fue impresionante la imagen de un riachuelo pequeño Uruamba cambiándose en un flujo de agua rápido e inmenso.
La ciudad en sí es muy misteriosa. No se sabe muy bien quién vivía allí y por qué la había abandonado. Se formula las hipótesis que en algún tiempo debería de haber sido la capital cultural de los incas. Se estima que podían haber vivido allí unos 1000 habitantes. Basándose en los restos, fue deducido que la gran mayoría fueron las mujeres. Estaba vinculado con el culto al Sol. Probablemente se hacían allí los sacrificios de vírgenes (¡sic!).
Se calcula la cantidad de los escalones en la ciudad a unos 3 mil. Subida a la cima nos ocupó una buena media hora. Merecía la pena, la vista fue maravillosa. Al lado se veía el observatorio solar con una extraña forma. Los incas eran expertos en astronomía. En la ciudad se encuentra también una ´torre solar´ – un extraño edificio en la forma de la herradura. Sin duda el Sol constituía un objeto de culto allí.
Una de las teorías dice que la ciudad fue abandonada porque las mujeres se quedaron sin hombres y, por ello, no podían tener niños. Puede ser, sin embargo, que el misterio está en una enfermedad mortal que afectó a todos los habitantes. Algunos dicen también que los habitantes se fueron de allí en búsqueda de las condiciones de vida mejores.
El sitio indudablemente merece el nombre de una de las maravillas del mundo. La técnica arquitectónica usada para su construcción es simplemente impresionante. El descubridor de este sitio Hiram Bingham decía que cuando había visto la ciudad, daba la impresión de que alguien la había dejado un par de años antes y si se hubiera puesto los techos a las casas, se habría podido vivir allí immediatamente. Resumiendo. Una gran belleza unida con un misterio indescifrable. Nadie sabe de quién fue la ciudad, qué función tenía, por qué la habían abandonado.
El Perú es un país de los contrastes. Si querer contrastar Machu Picchu con algún sitio que visitamos, con más probabilidad sería Puno. La ciudad es simplemente horrible.
Viajamos a las Islas de los Uros. Dichas islas son de verdad construidas de la caña de azúcar (planta totora) por los aimaras. Cuando se pasea sobre ellas, se siente de qué tipo de ´tierra´están hechas. Todo está situado en el lago más grande de América del Sur – Titicaca 3856 m s.n.m. De la caña de azúcar está construida no solo la superficie, pero también las casas y los bateles. La isla está atracada a la orilla para que no flote lejos. Supuestamente se puede cavar hasta 3 metros. Los indios eran molestosos, todo el tiempo querían vendernos algo. Solo entrar a la isla costó 7 soles.
Hay que saber que los aimara residentes en aquellas islas constituyen una raza un poco diferente. Dado su aislamiento, crearon una cultura algo diversa. Probablemente evitaron muchas de las plagas y enfermedades contagiosas. Esta gente es muy resistente a las condiciones atmósfericas, y aquellas no son fáciles. El viento constante y el frío horrible. Merece la pena ver cómo vive este pueblo simple. A pesar del siglo XXI, hay poca presencia de tecnología. Lo máximo de la modernidad es una radio.
Volvimos a Lima. Esta vez paramos en Garden Hotel. En el barrio San Sidro. Solo allí pudimos apreciar los lujos del barrio San Flores. Salimos para el último paseo. Con un taxi fuimos al centro de la ciudad. Observamos como la gente casi corriendo entraba en los autobuses y una multitud de los taxis Daewoo Tico. Una pena que no había conseguido descifrar el misterio de la popularidad de ese coche.
Ya sentimos que ibamos a echar de menos aquel sitio. Los peruanos no prestan atención al tiempo. No hay allí ni siquiera horarios de autobuses. ¿Para qué? ¿Estás esperando un autobús? Vendrá ¿Para qué saber cuándo? Cuando lo veas, subirás. Hay en medio de esta pobreza y caos una especie de felicidad. Nada, al día siguiente volvíamos al mundo donde reinaban los relojes.
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