Split es una ciudad muy bonita y fácil de recorrer. En principio sus lugares más importantes se concentran en el Casco Viejo, y el Casco Viejo lo constituyen un paseo largo, cubierto de de muchas palmas, con la multitud de cafetines, y el Palacio de Diocleciano. Durante el día es difícil encontrar un lugar, excepto de los cafetines, para guarecerse del sol, que se intensifica reflejando sus rayos de mármoles y granitos.
Yendo por el paseo, a la derecha se extiende un panorama precioso del golfo, donde están amarrados, me atrevo a decir, los más caros y los más lujosos yates del mundo. A la izquierda a todo lo largo del paseo se encuentra el Palacio de Diocleciano. Para un turista, que no tiene un mínimo de saber sobre este edificio, puede resultar raro ver la ropa colgada en las ventanas del monumento inestimable, pero de hecho, es así. Actualmente, el Palacio lo constituyen sobre todo los subterráneos, que se conservaron gracias a que los sucesores de primeros habitantes del palacio usaron los sótanos como vaciadores de basuras. Por encima de los sótanos se encuentran más o menos 220 edificios, donde vive más de 3 mil gente. El Palacio era inmenso: desde el mar 215 metros tierra adentro y más o menos 181 metros de anchura, es decir unos 39 mil metros cuadrados.
Un poco de historia: esos territorios fueron originariamente habitados por los griegos. Hacia el siglo I de nuestra era la población Aspalathos fue conquistada por los romanos y convertida en una de sus provincias. De esas partes provenía el emperador Diocleciano, quien subió al poder gracias al apoyo del ejército. Fue un estratega excelente, apreciaba el orden y la lealtad. El palacio en Split fue construido por su iniciativa y organizado según sus indicaciones. En la historia del Imperio Romano se señaló por dos cosas: fue el primer emperador del pueblo, elegido por sus méritos, y además, abdicó por su propia voluntad cuando poseía plenitud del poder (consideró que había conseguido ya todo lo posible y no quería arriesgar su vida al dolor muy frecuente entre los emperadores anteriores, es decir, a la decapitación o envenenamiento). Después de su muerte el palacio cayó en manos de los emperadores siguientes, luego pasó a pueblos eslavos, Bizancio, Venecianos… y hasta hoy se ha quedado sólo un recuerdo de su esplendor antiguo.
Después de la visita en los sótanos del palacio, hay que dirigir los pasos hacia peristilo (patio del palacio) – es la única parte que se ha conservado hasta nuestros días bastante bien. Se han conservado allí las columnas corintias de granito y una de las cuatro esfinges traídas por aquel entonces, esculpida en el siglo XV a. C. en Egipto. La esfinge se la puede tocar, sacar una foto con ella, sin embargo esa es sólo una reproducción, la original fue sustituida cuando resultó que era una muestra de gran valor. Ahora en ese lugar, durante la temporada alta cada día a las 3 de la tarde, tienen lugar conciertos, en los que se representa una escena que se remonta hasta los tiempos del primer propietario, es decir, cuando Diocleciano con la guardia de los soldados romanos, desde el balcón que se encontraba por encima del peristilo, saludaba sus súbditos que le rendían homenaje, como si fuera un dios. De la parte oriental de la plaza se encuentra la entrada a la catedral de San Duje (uno de los primeros mártires cristianos, que perdió la vida en tiempos de Diocleciano, y que actualmente es el patrón de Split). La catedral fue originariamente el mausoleo de Diocleciano, es la catedral más antigua del mundo. Tras la llegada de los cristianos, el cuerpo de Diocleciano, quien durante toda su vida luchaba brutalmente contra el cristianismo, fue profanado y hasta hoy no se sabe donde se encuentra su cementerio. En cambio, en el mausoleo descansaron las reliquias de San Duje y se hallan allí hoy en día.
Estando en Croacia vale la pena venir a Split, sin embargo, no es un lugar donde se puede planear el día entero, así que a las 3.30 de la tarde ya viajábamos en la dirección hacía Trogir.
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