Cuento de Navidad

Odiaba todo lo que estaba relacionado con la Navidad. En este tiempo preferiblemente dejaría de salir de casa. Los villancicos, los árboles de Navidad decorados y las luces brillantes le daban rabia. Se cabreaba incluso por ver la tele. Por todo ello, en esta epoca apagaba completamente la tele, el teléfono, no se ponía en contacto con nadie. Estaba sentado en una casa en la que no se encendía ni una luz, tapado con una manta caliente y se estaba convenciendo de que estaba durmiendo la mona tras un año fatigante.

– Buenos días Sr. Ryszard, ¿este año vuela de nuevo a Su hija? – le preguntó la vecina canosa a la que cruzó en la escalera.

– Por supuesto Sra. Helena, hay que cumplir con la tradición – Sr. Ryszard respondió galantemente con una sonrisa pegada.

Sra. Helenka solo inclinó su cabeza con entendimiento, suspiró gravemente y se puso de camino a compras. Quizá sabía que era una gran mentira, pero, igual que todos los años, le ponía la misma pregunta y esperaba la misma falsa respuesta.

Sabía también perfectamente que Sr. Ryszard y su hija no se habían visto desde hace más de quince años. Porque justo en la Noche Buena pasaba siguiente aniversario desde cuando la había tirado fuera de casa. Un par de días después a todos los vecinos les había contado una historia sobre una beca inesperada a los Estados Unidos.

Durante la mayor parte de la vida la criaba solo. Cuando su mujer se había muerto, se prometió que ella iba a crecer una bella, dotada mujer con las perspectivas de una maravillosa vida en riquezas. Mirka no causaba ningunos problemas hasta que no conoció a Janek. Este afecto juvenil quitó su atención de las cosas más importantes, es decir su padre, los estudios y las tareas de casa. En vez de volver dócilmente a las 21:00 a casa, se escapaba en el medio de la noche a las citas secretas. Se la veía cada vez menos en la escuela. Y, en adición, no le importaba la opinión de su padre, quien, por supuesto, estaba al contrario de todo aquello. No funcionaban las amenazas, los ruegos, los castigos. Y justo en la Noche Buena osó venir a su casa con aquel adolescente granoso y comunicar que estaba embarazada. No solo eso,¡quiso tener el bebé! Tenía solo diecisiete años.

Padre le hizo escoger: o interrumpe el embarazo y se queda en casa o escoge a aquel adolescente y que se vaya fuera. No funcionó. Eligió al otro. Fue entonces la primera vez cuando se escondió en la oscuridad de su casa. No pensaba, sin embargo, en dónde estaba su hija, pero en qué hacer, qué diría la gente cuando la verdad iba a salir a la luz. Se le ocurrió un plan genial, inventó la partida hacia América y rezaba para que Mirka no viniera a su casa con una panza grande. No se sabe a cuál dios estaba rezando, pero sus plegarías habían sido escuchadas. En abundancia. Tal vez Mirka vivía en los alrededores, tal vez de verdad en el otro confín del mundo. La falta de contacto durante los quince años hizo que se volvieron extrañamente desconocidos y extrañamente cercanos a la vez. Aparentemente el padre y su hijita querida, pero al mismo tiempo el hombre al que le importaba más el juicio de las personas desconocidas que la vida de su hija.

Tras un par de horas de pensamientos lugumbres, Sr. Ryszard salió de su apartamento y se dirigió al de enfrente. Él mismo no sabía por qué. Tocó a la puerta, le abrió Sra. Helena.

– ¿Es que…..,Es que tiene Usted un poco de sal para prestar? Me estoy preparando los bocadillos para el viaje y…- tartamudeó avergonzado Sr. Ryszard. En ese instante se dio cuenta de que su secreto podría revelarse.

– Y Usted, Sr. Ryszard, ¿no debería de estar en camino a los Estados Unidos? – la vecina llegó a pillar la mentira del hombre.

– ¿Puedo entrar? – Sr. Ryszard sentía que ya no podía contenerse más. Cuando Sra. Helena, con una tranquilidad estoica, se estaba moviendo por la cocina para preparar el té, su vecino le contó con todos los detalles la historia de hace quince años.

– ¿Y sabe Usted lo que es lo peor? Yo ni siquiera sé si mi hija sigue viva. Le maldije y eché a la calle como un perro – contaba amargado. Por el rabillo del ojo le salió una pequeña lágrima, pero la secó rápidamente para que la vecina no pudiera darse cuenta.

– Está viva – Sra. Helena por fin habló.

– ¿Perdona? – Sr. Ryszard reaccionó como si le despertasen bruscamente del sueño – ¿Podría repetir?

– Su hija está viva – La vecina sonrió con la novedad. Sintió alivio por poder decírselo finalmente.

– ¿Pero cómo, de dónde lo sabe Usted? – el hombre se animó notablemente, pero a la vez se puso nervioso.

– Su hija me llama de vez en cuando. Sobre todo por la Noche Buena. Me pregunta qué tal está Usted, si está bien y manda los deseos navideños. Por fin los puedo trasmitir a Usted – la vecina sonrió con simpatía.

– ¿Dónde vive? ¿Qué tal lo lleva todo? ¿Qué tal está? – las preguntas salían de la boca de Sr. Ryszard con una rapidez increíble.

– Tiene tres hijos, se casaron con Jan al cumplir 18 años. Los dos están trabajando y viven a 100 kilómetros de Usted. Ha pillado buen momento, porque su hija llama siempre más o menos a esta hora, pues se lo contará enseguida ella… ¿Ah, oye eso? En unos segundos le llamaré a Usted…- la vecina corrió para coger el teléfono.

Sr. Ryszard no podía creer en lo que iba a pasar dentro de un rato. Se sentía como en un momento iba a devenir de nuevo el padre…

/foto: www.freeimages.com/

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